miércoles, 23 de marzo de 2011

Cómo llegué a la alimentación viva


En enero del 2009, a mis 28 años, tuve por primera vez la sospecha de que los lácteos no me estaban haciendo bien y decidí hacer el experimento de abstenerme de consumirlos por un mes. El resultado fue tan impresionante que decidí no volver a consumir lácteos. Este hallazgo me animó a continuar experimentando con otros alimentos, como el azúcar y los cereales con gluten. A fines del 2009 ya estaba convencida de que dichos alimentos no me convenían, pues me sentía notoriamente mejor sin ellos. 
Sin lugar a dudas, los cambios que estaba haciendo en mi alimentación me estaban beneficiando enormemente. Sin embargo, sostener dichos cambios no me resultaba fácil, pues me sentía muy limitada en mis posibilidades. Pensé: "si no me sienta bien comer esto, ni aquello, ¡¿entonces qué?!". La mayor parte del tiempo abría el refrigerador o miraba la despensa y no sabía qué comer, porque buena parte de lo que encontraba allí contenía lácteos, trigo y/o azúcar. Llegué a creer que estaba condenada a una alimentación muy limitada y poco placentera. Además, pensaba que tanta restricción afectaría negativamente mi vida social. No estaba precisamente contenta ni optimista…

Pero ya estaba harta de sentirme mal y ya me había demostrado empíricamente que la alimentación era fundamental para recuperar mi bienestar. Fue así como un día decidí ir a una tienda de productos naturales en busca de algo rico que pudiera comer y di con una leche vegetal. La probé y... ¡me encantó! Y mientras la disfrutaba, sorbo a sorbo, me inundó un profundo sentimiento de alegría: comprendí que mi situación lejos de ser una limitación, podía ser una tremenda oportunidad. Comencé a imaginar que existían tal vez cientos de alimentos deliciosos que yo desconocía y miles de preparaciones novedosas y saludables. Ese mismo día me decidí a buscar alimentos y recetas alternativas, y convertí mi cocina en un laboratorio. Algunos experimentos quedaban bien y otros no, pero perseveré en mis intentos. 
Un día le comenté a un amigo que estaba interesada en aprender a cocinar y empezamos a reunirnos con un grupo a cocinar y a compartir nuestras recetas experimentales. Con asombro me di cuenta de que, en vez de reducir mi vida social, estaba ampliando mi círculo de amistades. Además, estaba comenzando a relacionarme de otro modo con mis familiares y viejas amistades, quienes también se animaron a probar mis nuevas recetas y a hacer cambios en su alimentación. 

Y fue uno de mis nuevos amigos quien me envió una invitación a un taller de alimentación viva (raw food). Debo confesar que me la pensé, porque me pareció extraña la idea de preparar todo crudo, pero algo en mí me decía que tenía que asistir, así es que seguí mi intuición y me inscribí. El día que conocí la alimentación viva se abrió ante mi un nuevo mundo de posibilidades y sabores. No sólo conocí más alimentos distintos, sino además preparaciones muy distintas de alimentos conocidos. Todo lo que siempre había comido cocido, y que jamás me cuestioné que pudiera ser distinto, me animé a probarlo crudo. ¡Y me gustó! Desde el primer momento supe que había descubierto en la comida cruda una de las claves que andaba buscando. Desde aquel día, nuevas y maravillosas semillas comenzaron a germinar en mi cocina y en mi vida… 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...